Argentina vuelve a Catar el fracaso

La dirigencia del fútbol argentino lleva años de desaciertos en general, y eso incluye, por decantación, a todos sus seleccionados.

Además de la desatención que sufrieron durante mucho tiempo los combinados femeninos y juveniles, con el resultado inevitable de la falta de recambio en la selección mayor, siempre hubo un notorio desconcierto a la hora de las elecciones de entrenadores.

Tras la salida de Alejandro Sabella, luego del subcampeonato mundial de 2014, y un ciclo de Gerardo Martino que mantuvo el nivel en alto con dos segundos puestos en Copa América, la fragilidad institucional de la AFA derivó en la salida de Tata y una cadena de desaciertos constantes.

Luego pasaron sin pena ni gloria, o con más de lo primero, Edgardo Bauza y Jorge Sampaoli, con su fracaso estrepitoso en Rusia y enfrentamiento con el plantel incluidos.

Era la oportunidad de encarar una renovación integral, de conductor y de futbolistas. Ante varias negativas de entrenadores de peso, se echó mano de lo único que había y Lionel Scaloni asumió como interino.

Una serie de buenos resultados ante seleccionados menores, con caras nuevas y, sobre todo, con un contrato austero, hicieron que se le den las riendas del combinado albiceleste de manera definitiva a un técnico cuya única experiencia profesional con mayores había sido ser el segundo ayudante del mismo Sampaoli que estrelló la Ferrari en Rusia.

Ahora, en medio de la Copa América, su primera competencia oficial, Scaloni no solo no logra darle una identidad a su equipo, sino que hasta parece no saber cuál es la impronta que le quiere dar.

En su presentación ante Colombia, puso un volante central de marca y armó un tridente ofensivo compuesto por los “históricos” Lionel Messi, Sergio Agüero y Ángel Di María.

La idea de juego nunca estuvo clara a lo largo de los noventa minutos. Si quería ser ofensivo, no presionó alto, ni tuvo las líneas adelantadas y juntas. Si la idea era defenderse, el equipo no lució compacto, ni brindó seguridad en el fondo, ni logró salir de contraataque.

Agüero pagó las consecuencias de no haber recibido ni una pelota de gol y, cuando había que remontar la desventaja, el entrenador lo sacó en lugar de sumar gente en ataque. Di María, por su parte, quedó afuera en el entretiempo por su propia intrascendencia en el juego.

Paraguay representaba la chance de subsanar errores. Sin “Kun” ni “Fideo” desde el inicio, y sin un cinco de marca por la salida de Guido Rodríguez, se suponía que Argentina iría a buscar con todo la victoria desde la tenencia, por las características de su mediocampo.

La presión alta le duró cinco minutos al equipo, y la tenencia que logró en el primer tiempo fue absolutamente intrascendente, porque no logró ni un remate al arco en toda la etapa.

Esta vez Scaloni entendió que una nueva derrota lo dejaba en la cuerda floja y para el complemento juntó a Agüero con Lautaro Martínez y Messi. En un rato, Argentina logró generar peligro y empató el partido. Eso sí, la falta de contención en el medio puso en riesgo la igualdad.

En lugar de sumarle marca al medio para sostener lo que le estaba dando resultados en ataque, una vez más el conductor equivocó el camino. Sacó al joven atacante de Inter para meter al mismo Di María que mostró un bajo nivel en el debut y que, además, no le resolvía el problema de la contención.

Se empató gracias al VAR y a las manos de Franco Armani, quien atajó un penal. Pero la sensación de desconcierto e improvisación que baja desde la cúpula dirigencial se derrama sobre el cuerpo técnico y hacen que una vez más, en su próximo partido, Argentina esté ante una situación límite.

Fueron desperdiciados los últimos cinco años del mejor futbolista del mundo, quien no logra encontrar una estructura que lo contenga y acompañe. Messi no se rinde y no deja de intentarlo, pero es otra víctima de la cadena de errores.

Si no se cambia a tiempo, Argentina no solo va a Catar el fracaso ante el seleccionado asiático invitado a la Copa América, sino que también se las verá negras en las Eliminatorias para el próximo Mundial, que se jugará justamente en tierras cataríes.