Falleció Hugo Gatti, el arquero que revolucionó el puesto y fue un notable personaje del fútbol

Este domingo de Pascua se produjo la triste noticia: falleció Hugo Orlando Gatti, El Loco, uno de esos personajes que revivieron el fútbol y la alegría. A los 80 años, en el hospital de Agudos Pirovano, donde llevaba dos meses internado, a causa de una neumonía bilateral -“una falla multiorgánica” según el comunicado oficial-, partió definitivamente para reencontrase con Nacha, su mujer y gran amor, quien murió hace unos meses.

Desde que partió de su Carlos Tejedor, localidad ubicada en el noroeste de la provincia de Buenos Aires, para incorporarse a las divisiones inferiores de Atlanta, el joven arquero empezó a sobresalir. No sólo por su personalidad y sus condiciones para custodiar el arco, sino también por sus pintorescas, y revolucionarias, sobre todo en esa época -década de 1960-, decisiones.

Usar bermudas, vincha y buzos colorinches y dejarse la melena eran un look poco habitual para un futbolista. Lo mismo que un arquero no dependiese exclusivamente de sus manos y tuviese sólo el área como su hábitat, sino que saliese de esa zona y utilizase los pies. Eso hacía el Loco Gatti, quien se convertiría en uno de los mejores arqueros del fútbol argentino.

Su fanfarronería –“Soy el número 1 de los arqueros, soy el mejor”, repetía con mucha seguridad- no caía mal, al contrario. Era autoconfianza y despertaba admiración y sonrisas. Tampoco callaba nada, lo que pensaba en su mente, salí disparado por su lengua.

Después de dos años, 1962 y 1963, y 38 partidos en Atlanta, dio su primer salto grande. River Plate, nada menos, pagó una alta cifra para comprar su pase. En el Millonario se encontró con un enorme competidor: Amadeo Carrizo, otro de los gigantes arqueros del fútbol nacional, y no achicó. Atajó en 93 partidos, de 1964 a 1968.

Gimnasia y Esgrima La Plata fue su siguiente destino. En el Lobo fue ídolo, jugando 244 partidos entre 1969 y 1974. Unión de Santa Fe armó un equipo de estrellas para retornar desde Primera B a la categoría máxima en 1975 y para hacerse dueño del arco eligió a Hugo Gatti. Presente en 45 partidos, se destacó en el equipo dirigido técnicamente por Juan Carlos Toto Lorenzo y lograron el objetivo.

Al año siguiente, Boca Juniors contrató a Lorenzo y uno de los primeros refuerzos fue Hugo Gatti, a fin de temporada celebraron la obtención de los dos campeonatos de ese año. En el Xeneize, el Loco alcanzó la mayor trascendencia de su carrera y creo un romance con los hinchas.

Más allá que su despedida sería dura, durante 14 años, con 417 partidos, cosechó múltiples ovaciones y dio tres vueltas olímpicas domésticas -Campeonatos Metropolitano 1976 y 1981 y Campeonato Nacional 1976- y tres internacionales -Copa Libertadores 1977 y 1978 y Copa Intercontinental 1977-. De aquella Libertadores, la primera en las vitrinas de Boca Juniors, se recuerda aún el penal decisivo que le atajó a Vanderlei.

La Selección Argentina lo tuvo entre sus convocados. Con el Toto Lorenzo como DT, integró el plantel que disputó el Mundial de Inglaterra 1966, aunque no disputó ningún partido allí. Previo al Mundial de Argentina 1978, César Menotti lo llevó nuevamente a la Selección y mostró sus condiciones en la gira previa por Europa -tuvo una actuación memorable en Kiev, bajo la nieve, ante la entonces Unión Soviética- y en la serie internacional ante equipos europeos en la cancha de Boca Juniors. Pero una lesión y la irrupción de Ubaldo Fillol lo dejaron al margen de la nómina para el Mundial en territorio argentino.

Dos récords del fútbol nacional aún permanecen en poder del Loco Gatti; es el futbolista con mayor cantidad de partidos jugados en la categoría máxima: 765, y es el arquero con mayor cantidad de penales atajados, marca compartida con el Pato Fillol: 26.

Un gol sufrido ante Deportivo Armenio, anotado por Silvano La Fiera Maciel, en septiembre de 1988, determinó que José Pastoriza, entonces técnico de Boca Juniors, lo dejase afuera del equipo. Esa fue la última presentación bajo los tres palos de Gatti.

El arquero transgresor e irreverente. El admirador del boxeador Cassius Clay, Mohamed Alí. El inventor de “la de Dios”jugada con que bautizó salir a frenar con el pecho, dejando los brazos abiertos y las rodillas levemente arqueadas, los remates del rival en los mano a mano. El que llamó “Gordito” a Diego Maradona, en la previa de un Argentinos Juniors-Boca (y luego fue castigado con cuatro goles del 10). El futbolista que se divertía y hacía divertir. El que rompió el molde clásico de los arqueros. El fanático del sol y del eterno bronceado. El que hizo un gol de arco a arco en una propaganda televisiva de Ginebra Bols. El que se dio el gusto de jugar de centrodelantero en dos amistosos de Boca Juniors.

Retirado del fútbol, encaró algunos negocios y luego se radicó en España, aunque regresaba seguido a Buenos Aires para instalarse en su departamento de Avenida de los Incas. En Madrid participaba en el conocido programa El Chiringuito y sus polémicas opiniones repercutían fuerte en ambas márgenes del Océano Atlántico. Lo mismo que sus columnas publicadas en el diario As.

Durante una de sus visitas a Buenos Aires, hace un par de meses mientras paseaba a su perro sufrió una caída en la calle y se fracturó la cadera. La operación fue un éxito, sin embargo esa estadía en el hospital le costó muy cara: un virus que le provocó una neumonía bilateral. Y que hoy, domingo de Pascuas, terminó con la vida de uno de los personajes más emblemáticos del deporte argentino.

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