Mucho Morata, imparable Girona

Partidazo en Montilivi en el que los de Míchel reafirman su candidatura al título. Comenzó con gol (Valery) para que el Atleti, con un hat-trick del madrileño remontase y empatara. Pero Iván Martín hacía el 4-3 en el último minuto.

Lluvia es la precipitación de agua de la atmósfera pero también un conjunto de cosas que se aparecen o suceden al mismo tiempo. Y eso, lluvia en forma de ocasiones, de golpes y de dentelladas fue lo que se precipitó sobre el Atleti nada más poner un pie en Montilivi. De la otra lluvia, de la de verdad, no le cayó ni una gota, pero la figurada embarró a los del Cholo nada más comenzar el partido para pintárselo como si siguiera en Bilbao: negro, negro. Hasta que apareció Morata para convertirlo en un intercambio de golpes, de goles, de alternativas. De dos equipos conscientes de que hay finales que se juegan en enero y esta era una. Una que se llevó el Girona. Con petricor primero y un zurdazo que sonó a bofetón al final.

Y es que cuando los dos equipos saltaron al campo, el Girona ya sabía que el Madrid había ganado para ser campeón de invierno en esa lucha particular que nadie imaginaba en agosto: que el equipo de Míchel sería el rojiblanco en lo alto, a lo Leicester en 2016. Comenzaba el partido el Atleti a siete puntos y a diez ya del Madrid. Y esa lluvia figurada encharcando. El Cholo inició el partido tropezando en la piedra de San Mamés: Lino y Roro, en los carriles, dos futbolistas de naturaleza atacante obligados a defender ante miuras. En el segundo 30 el Girona no estaba ya por delante porque Dovbyk no acertó a empujar ante Oblak. Pero ahí quedaba el aviso, con alarmas colgadas de la portería de Oblak como bolas de un árbol de Navidad.

Que este Girona de Míchel es un equipo que no conoce las arrugas ni se achica ante nadie. Ni tiempo le dio al esloveno a descolgarlas de su madera. Un minuto y doce segundos más tarde ahí estaba el Girona otra vez en su área, todo furia y dentelladas. Y esta vez para ponerse por delante con un zapatazo de Valery desde la frontal que provocó una orden inmediata del Cholo: Llorente al lateral y Roro al medio, donde de verdad hace daño su desequilibrio. El Atleti que salió como siempre esta Liga fuera de casa, como si le cortaran la corriente cuando se aleja dos pasos del Metropolitano, recordó que este partido era una final en enero, que perder era ver escaparse al Girona a rueda del Madrid rumbo a mayo. Diez puntos, ya tan lejos.

Los de Míchel seguirían siendo fuego de dragón con transiciones rapidísimas y un Pablo Torre que la pedía y jugaba, que bailaba a la perfección junto a Aleix García, un Fred Astaire en la medular. Pero los del Cholo comenzaron a dominar más, a pisar más el area, descubrir que existía al menos. Pero Morata ya se había echado todas las heridas de su equipo a la espalda para devolver el color donde solo había negro y agua figurada. Marcó el primero con suspense de fuera de juego y marcó también el segundo cuando el Girona había vuelto a alejarse dos goles. Pero es que tras el 1-1, el Atleti dio un paso atrás y el Girona siguió todos adelante, con Savinho haciendo de Lino una caricatura en cada ataque como si se hubiese vestido de Williams y Montilivi fuese Bilbao. El partido entró en la ruleta rusa, en las idas y venidas, en el tiempo de los goles y las defensas transparentes. Y errores como ese de Koke, que se confió en una salida para que Iván Martín robara, tirara y parara una vez Oblak. La segunda, ante Savinho, ya no. 2-1. El Girona celebraba y al Atleti le tocaba volver a empezar.

Y hubo una mano en el área de Eric García en un disparo de Grizi a puerta que parecía claro penalti pero pasó entre silencio de VAR. Y Oblak tuvo que sacar de nuevo el guante ante Savinho antes de que Blind perforara para el Girona por tercera vez su red, con Koke otra vez en la foto, el hombre que rompía la línea, al que le ganaron la espalda. Asomaba el descanso, pero aún faltarían dos goles. Los dos del Atleti, los dos de Morata. El primero tras pase de De Paul, carrera y recorte a Eric García para cruzarle a Gazzaniga la bola. El segundo, su primer tercero, con el tiempo cumplido pero en fuera de juego. Acabaría el Atleti esa parte por detrás pero esa sensación. Que estaba vivo. Y tenía a Morata.

Regresó el partido con el Atleti convertido en el Girona del inicio. Primera carrera, cabezazo de Morata. Segunda, y Grizi, también al portero. No respiraba Montilivi, atenazado por un Atleti que en el vestuario miró a mayo, consciente de que era el día. Que no valía guardarse nada. A la rueda de Morata se sumó De Paul para conducir y servirle al hueco una pelota que el delantero picó para convertirlo en su segundo tercer gol, el que quedaría. El argentino se había adueñado de la medular. Pero a Pablo Torre, acalambrado, le dio aún el físico para ceder una pelota a Dovbyk, obligar a Oblak por bajo y contarle al mundo que a este partido aún le quedarían golpes y goles. A pesar de la fatiga, de los equipos partidos, sin tarjetas, en este inmenso homenaje al fútbol.

Lo buscó el Cholo con cuatro delanteros hasta decidir quitar a Grizi y Morata e introducir para el final a Azpilicueta y Saúl. Lo encontró Míchel justo después, en el último suspiro, con un zurdazo de Iván Martín a la escuadra. Porque no suelta al Madrid y empieza 2024 como acabó 2023: colíder. El rojiblanco que, de veras, aspira al título. El Atleti, fuera, ha perdido la cabeza.