El legado del Rey

Los Lakers llegan a Las Vegas para jugarse ante los Pelicans un puesto en la final del In-Season. LeBron busca engrandecer su legado con una victoria histórica en un torneo inédito.

LeBron James tiene una mente privilegiada. Es común en los grandes deportistas, casi siempre superdotados. Y, aun así, la comprensión del jugador de los Lakers parece todavía mayor que la de otras leyendas. Su entendimiento de lo que es la NBA, el deporte norteamericano y el legado es enorme, así como su capacidad para manejar la narrativa, meterse dentro de ella y ser consciente que ganar nunca es fácil y que hay que hacer más cosas para dejar su herencia. Porque eso busca el Rey, lo más grande, el sitio más alto en el Olimpo, uno que ya discute a Michael Jordan y Kareem Abdul-Jabbar pero que a mucha gente le cuesta asumir. Al fin y al cabo, es la misma estrella que protagonizó la polémica The Decision en 2010, en un programa que supuso una pésima gestión de imagen del periodista de la ESPN Jim Gray, y del entorno del baloncestista.

Algunos aficionados (cada vez menos) se han quedado ahí. Y no son capaces de ver más allá. Pero ya se reconoce casi por unanimidad la capacidad deportiva de la estrella, totalmente única. Y su mayor logró será siempre el hecho de haber volteado la opinión pública, ese lugar en el que se ganan y se pierden las batallas que deciden las guerras. Era el enemigo público número 1, pero habló en pista. Acabó la tortura de la ausencia de victoria con dos anillos consecutivos, regresó a Akron, Ohio, su hogar, para conquistar el título prometido. Y cambió el mercado más pequeño por el más grande para lograr un nuevo campeonato, esta vez en la burbuja de Orlando, uno de los más complicados de siempre si tenemos en cuenta que ya se había hecho con otro en condiciones más que adversas, ante los Warriors del 73-9 y con 3-1 abajo en las Finales. Nadie había remontado nunca un resultado así en dicha ronda. Él sí lo hizo.

LeBron lleva cuatro anillos y 10 Finales, ocho de ellas consecutivas, rivalizando ya no sólo con jugadores de la prehistoria, sino con auténticas dinastías que se dieron muy cerca de los albores de la competición. Ha ganado cuatro MVPs de la temporada, otros tantos de las Finales, un título a Máximo Anotador y otro de Máximo Asistente. También 13 presencias en el Mejor Quinteto (19 en todos los equipos ideales), cinco en el Mejor Quinteto Defensivo (seis en total) y 19 All Stars (tres MVPs), que serán 20 este curso, lo que le convertirá en líder en solitario al superar a Kareem Abdul-Jabbar. Ese al que también se impuso en puntos el curso pasado para liderar la clasificación histórica de anotadores y dejar atrás un récord que otrora se pensaba insuperable. Un currículum envidiable. Una carrera gloriosa. Y sinfín de récords dentro de una narrativa que es de las mejores y más grandes que jamás ha tenido la NBA.

La importancia de la Copa

LeBron, por todo esto y mucho más, sabe que el In-Season Tournament tiene una importancia brutal. Y encima en Las Vegas, donde ya ha declarado que quiere construir una franquicia. El Rey conoce la NBA, sabe lo que puede significar esta Copa en 20 años y la importancia de ganarla, siendo además el primero en la historia en hacerse con ella. La leyenda en activo ha hecho de la perdurabilidad su mejor eslogan y sabe de la importancia que tiene. Que por ese camino puede llegar a lo más alto. Y, con un cuidado casi milimétrico de su cuerpo, se muestra en una forma excepcional en 21ª temporada en la NBA, a escasos días de cumplir 39 años (lo hará el 30 de diciembre) y con una capacidad inédita para jugar al baloncesto o practicar cualquier deporte a su edad. Algo sumamente impensable y que no se puede normalizar. Nadie nunca ha hecho lo que él está haciendo ni ha llegado a cotas tan altas. Sin rendición en un ocaso que nunca llega. Sin fecha de retirada. Como si todo lo que hubiera hecho fuera lo mismo que todo lo que le queda por hacer.

La estrella, que promedia 24,7 puntos, 7,6 rebotes y 6,6 asistencias en regular seasonse fue 31 tantos, 11 rechaces y 5 pases a canasta ante los Suns. Los Lakers se clasificaron evitando el sufrimiento y la polémica (106-103 al final). Y se enfrentan en semifinales a los Pelicans. Los de Zion Williamson, Brandon Ingram y compañía. Un equipo que siempre ha tenido el problema de las lesiones constantes de su eterna promesa, que por fin parece sana. Y su compatibilidad con Ingram, ex de los Lakers. Un revés que parece cada vez más solventado tras una reunión entre los jugadores a puerta cerrada y la capacidad para emerger y convertirse en un rival serio, capaz de ganar a cualquiera y que pasó por encima de los Kings (117-127). En un partido que sirvió de reivindicación para el alero, que logró un espectacular 30+8+6.

La versatilidad de Ingram y el poderío físico de Zion, así como el siempre buen nivel de Jonas Valanciunas, el papel de Herbert Jones y la veteranía de CJ McCollum, serán algunas de las cualidades a las que se tendrán que enfrentar los Lakers, que han ido recuperando efectivos (Rui Hachimura, Jarred Vanderbilt…) y están muy serios, con clara intención de ganar el torneo desde que lo empezaron. El duelo en el banquillo será entre dos entrenadores cuestionados, un Willie Green insulso y un Darvin Ham que a veces saca de quicio, pero supo hacer muchas cosas bien en los pasados playoffs, aunque todavía nadie tenga claro qué clase de entrenador es. A priori, los Lakers tienen más variables y opciones, defensores para frenar a sus rivales y más talento. Pero la teoría no vale de nada en un partido al todo o nada, un win or go home que da una emoción añadida a la situación. Y todo en el T-Mobile de Las Vegas, esta noche a las 03:00. La ciudad de los casinos, las apuestas y los turistas será el recipiente del un baile, otro más, de uno de los mejores jugadores de todos los tiempos. Y todos los ojos están puestos en él. En LeBron James. Y en su legado, claro