Locura total: LeBron se sale en la remontada más grande de su vida

Maravilloso cierre de partido de los Lakers, espoleados por LeBron James en el Crypto Arena, para ganar a los Clippers. Remontada total.

LeBron James sigue siendo el hombre del que más fiarte. LeBron James te saca de los problemas que quieras. LeBron James todavía parece inmortal. Con la corona de rey puesta juegue bien o juegue mal, al humano más conocido en la ciudad de Akron le pueden a veces sus poderes de extraterrestre. En Los Ángeles demostró este miércoles cómo convertir una actuación floja, o quizá fuera de sus estándares, en un completo: remontada a puro triple, frente a los vecinos en su propia casa, recuperando pulso clasificatorio, y cerrando en lo alto un partidazo que puede ser clave en la dinámica de los Lakers de aquí al final del curso. Así lo hacen los genios. Este impulso es de los que más tarde se recuerdan como claves.

Y en 4K. Le quedan 40 para los 40 mil puntos. Para que todos puedan admirar su grandeza una vez más. Los próximos rivales serán Wizards y Nuggets. Depende de cuánto quiera apretar.

Los Lakers ganan a un rival de división, de conferencia y de todo. El rival de la ciudad se quedó con un palmo de narices al ver que tenía el partido controladísimo y se le escapó gracias a que hubo un equipo que lo quiso más que el suyo. Creyó hasta el final.

El encuentro finalizó 112-116 en la que fue la mayor remontada de LeBron James en toda su historia, que no es exigua, en un último cuarto de la NBA: 21 puntos en algo más de 11 minutos (98-77).

Los Clippers se fiaron de lo que habían visto durante todo el encuentro y ahí lo perdieron. Laxitud en defensa para puntear los tiros de jugadores enrachados, que se habían motivado, y ataques atropellados en los peores momentos. Leonard falló la última.

Y reinó L.J. El jugador de siempre. 19 de LeBron por 16 de los Clippers en el último periodo, anotando más en ese lapso que todo el equipo contrario de Lue. Una racha de las que pocas veces se dan.

Los Ángeles vio el último derbi de baloncesto con pabellón compartido en temporada regular. Los Clippers, en pleno rediseño de franquicia, se trasladarán la próxima campaña al Inuit Dome, en la población de Inglewood, donde Steve Ballmer quiere construir, valga como ejemplo la edificación del estadio, una nueva identidad de franquicia. Por ello han tirado la casa por la ventana este año, con el traspaso de James Harden y la reunión de cuatro jugadorazos. El proyecto con Kawhi Leonard, recientemente renovado, y Paul George, aún en duda y ausente de este partido, necesitaba otro giro de rosca viendo que no se alcanzaba el objetivo de ganar el campeonato. Y con actuaciones como ésta tampoco lo lograrán.

El control era manifiesto por parte de los Clippers. De hecho estaban respondiendo muy bien a cada intento de acercamiento de los Lakers. Durante el segundo cuarto, apoyados en el liderazgo anotador de un Harden que estaba juguetón con triples que no entraban pero le hacían venirse más y más arriba, se marcharon. Por encima de los diez se fue la diferencia. Al barbudo base se había unido Mann como motor, precisamente el hombre que hizo cambiar el plan de rotación de Tyronn Lue para no descuidar tanto la defensa. Buena pareja para enfrentarse a los de Ham, faltos de acierto en el triple durante los tres periodos iniciales.

En el tercero se empezó a ver una reacción de los visitantes: Lakers. Con Reaves y Russell se asomaron a esos diez de distancia, la psicológica, que había sido más veinte que diez en esos minutos posteriores al descanso. Y dos veces. La primera, rota por Leonard. La segunda, por Coffey. Ambos, triples. Para marcar el territorio en el que unos y otros destacaban y fallaban.

El desvarío mental de los Lakers no fue chico al acabar el tercer cuarto. Porque el cierre fue un triple en un escorzo complicadísimo de Normal Powell en la banda derecha, ya sin apenas sitio. De esos tiros que duelen como puñaladas. Los Clippers, en la frontera de la veinte de nuevo, que se sobrepasó cuando Mason Plumlee acertó con la primera canasta del cuarto acto. Y ahí se paró el mundo para todos y el que le dio al botón mágico fue LeBron James. Tienes ese poder, como él mismo deslizaba al finalizar el encuentro. Movía la cabeza haciendo saber que hasta ese momento no había ofrecido su mejor versión pero que ahí estaba.

James se sabe especial y más en actuaciones como ésta: “Cuando sientes que estás en la zona, en nuestro deporte, simplemente lo sientes. Ves que todo lo que tiras entra y… Yo me he mantenido consistente. No me jugué tiros muy locos. Seguí el curso de nuestro ataque. Cuando tuve la oportunidad de cambiar también tuve los espacios, mejores posiciones, así que mis compañeros hicieron un buen trabajo buscándome. Quise dictar los tiempos del partido. Lo de entrar en la zona no puedo describirlo más, creo que es como un superpoder”. Y tanto.

Un triple de Reddish dio inicio a la locura. Después llegó otro de LeBron y, tras un minuto y medio de ambages, otros dos más. Porque para qué dar rodeos si sabes que el camino más corto es el del triple. Se habían pasado todo el partido fallando desde el perímetro y la remontada iba a llegar desde ahí. La cosa se ponía seria. Russell, otro. James, otro. Sólo cinco de diferencia. Medio cuarto por jugar. James, otro. Las caras de los jugadores de los Clippers habían mutado. La remontada se cocinaba a fogonazos y el estallido final llegó con Hachimura y, cómo no, otro lanzamiento de tres puntos. Un par de bandejas de Leonard y Harden ante Davis y sus brazos, meritorias acciones, despertaban mínimamente los ánimos locales, pero nada que ver. Entre un triple de D’Angelo sin siquiera armar el brazo, tras el que mandó callar al público, y una defensa inteligente de LeBron ante Kawhi, cortando en ángulo de visión, en la última chance terminó un final apoteósico.